(Foto: Cortesía Registraduría Nacional de Colombia)

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Colombia es un país de oportunidades no aprovechadas. A pesar de que necesita reformar sus sistemas judicial y de salud; combatir la pobreza, el desempleo y la inseguridad; construir una infraestructura para el siglo XXI y renegociar algunos TLC, estos temas fueron relegados por el omnipresente debate sobre la paz.

Esta es la octava elección presidencial en serie en la que los electores colombianos tendrán que decidirse por la paz o por la guerra. Si bien esta es una historia de fracasos, es también la muestra de que “de los más de 50 años de guerra interna, los colombianos han dedicado 30 a buscar la paz con las más diversas iniciativas”, recuerda a DW la politóloga Sabine Kurtenbach, del Instituto alemán para Estudios Latinoamericanos (GIGA), con sede en Hamburgo.

De izquierda a derecha…

Cinco candidatos quieren ser presidentes de Colombia entre 2014 y 2018: Clara López, por los izquierdistas partidos Polo Democrático Alternativo/Unión Patriótica; Enrique Peñalosa, de Alianza Verde; Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador; Oscar Iván Zuluaga, del partido uribista Centro Democrático y Juan Manuel Santos, el candidato-presidente por la Unidad Nacional, una coalición de conservadores y liberales.

“Todos los 5 candidatos dicen querer la paz, la cuestión es bajo cuáles condiciones pretenden hacerla posible”, dice a DW Angelika Rethberg, científica del GIGA. Con la paz como tema obligado, todos los candidatos, menos el uribista, apoyan, en principio, la formula de Santos que actualmente se negocia con las FARC en La Habana.

La paz como presa electorera y no como política de Estado

La politización del proceso de paz ha dejado relegados a tres de los candidatos, quedando en el cuadrilátero solo dos: Santos, en favor de la paz y Zuluaga, en favor de una paz, pero tan condicionada, que la haría imposible. Las últimas encuestas arrojan un empate técnico. Según Datexco, ambos candidatos obtendrían, cada uno, alrededor del 28% de los votos, lo que obligaría a una segunda vuelta el 15 de junio.

Si el tema central es la paz, ¿por qué la mitad del electorado parece orientarse por retomar la línea belicista? es la interrogante planteada a la investigadora de conflictos políticos Sabine Kurtenbach: “Colombia tiene un historial de 30 años de ensayos de paz. Pero también es cierto que con cada fracaso han crecido la decepción y el escepticismo. La postura ambivalente de los colombianos es producto de las experiencias negativas del pasado. Como también pesa que bajo los dos mandatos de Álvaro Uribe no se habló de guerrilleros sino de terroristas”, concluye la politóloga del GIGA.

“Fue Santos el que cambió el discurso y ha impulsado el entendimiento entre todas las partes en conflicto. El cambio de visión entre la población toma su tiempo”, advierte Kurtenbach. Santos es además, criticado por hablar con “el enemigo del Estado” dándole así un valor, a lo que él replica que “si no se le concediera el respeto a la contraparte no habría una base para negociar la paz”.

Mayoría por una paz negociada

Para Rethberg, lo importante es que “las estadísticas también demuestran que la gran mayoría de los colombianos cree que la paz debe lograrse por la vía negociada. Si bien es cierto que hay duros críticos, con buenas razones seguramente, gracias al diseño y a la agenda de este proceso de paz se han logrado cosas que nunca antes habían sido posibles”. En el marco del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera “la guerrilla habló, por primera vez en su historia, de la dejación de armas y su reincorporación a la vida civil”, resalta el analista Armando Novoa en la revista Razón Pública.

Santos logró entablar conversaciones “directas e ininterrumpidas”, y una agenda de seis puntos, de los cuales ya hay acuerdos en los primeros tres: desarrollo rural, participación política y narcotráfico. Las negociaciones avanzan sin el cese de hostilidades y son avaladas por Cuba y Noruega, como países garantes y Venezuela y Chile, en calidad de acompañantes.

Atroz crimen y silencio de las armas en campaña

Por su parte, las FARC anunciaron una tregua unilateral de una semana para estas elecciones. Un anuncio considerado por el procurador general, Alejandro Ordoñez, como “cinismo”, toda vez que el día anterior, el 15 de mayo, en el departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador, las FARC utilizaron a un niño para transportar y hacer explotar una granada de fragmentación que estalló en medio de un campo en donde policías y niños jugaban fútbol.

“Este es un crimen de guerra y demuestra que las FARC siguen reclutando niños, esto es un homicidio en persona protegida”, precisó Ordóñez al diario El Espectador, de Bogotá. Este crimen de lesa humanidad fortalece así a los enemigos de la paz de Santos, a pocos días de que los colombianos enfrenten la nueva encrucijada de a quién darle su voto.

“Críticos del proceso de paz creen que Santos ha ido demasiado lejos otorgando en Cuba concesiones a las FARC, a pesar de que no hay mucha información. Y esto justamente permite generar dudas y temores con mentiras o medias verdades entre la población”, recuerda a DW Angelika Rethberg, también profesora de la Universidad de los Andes, en Colombia.

Ventajas y desventajas del diálogo sin micrófonos

La falta de información sobre las conversaciones con las FARC se debe a la necesidad de blindarlas de influencias e intromisiones externas que puedan hacer fracasar el proceso. Una estrategia que se convierte en una debilidad porque la falta de informaciones facilita las especulaciones, que a su vez, hacen perder la confianza en el proceso, por lo menos en la percepción de opositores y escépticos.

Según el candidato uribista Oscar Iván Zuluaga, “pactar reformas con la guerrilla sería una rendición de la democracia”. En caso de que el candidato del Centro Democrático llegue a la presidencia, exigirá un “sometimiento a la justicia” e impedirá que los cabecillas de la guerrilla puedan ser elegidos a un cargo público.

“Exigencias que harían romper el diálogo y se volvería a la confrontación armada”, apunta en DW el sociólogo Francisco Leal Buitrago, de la Universidad Nacional de Colombia. La realidad es que la acción militar no se ha detenido, a pesar de que en La Habana las partes hablen de paz. Pero ese fue el trato: la guerra continuará hasta que firmemos la paz.

(Fuente: Deutsche Welle )