(Video: Cortesía Deutsche Welle)

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El futuro jefe del Gobierno de Irak de llevar a cabo la casi misión imposible de mantener unido el país, pese a la situación actual que atraviesa.

Por un lado, debe evitar que el grupo yihadista llamado Estado Islámico (“EI”, anteriormente conocido como ISIS) lleve el terrorismo a otras partes del territorio iraquí bajo su dominio. Además, debe de defender la integridad del país frente a los kurdos, que quieren transformar su región en un Estado independiente.

Pero ambas tareas sólo serán posibles si controla la cuestión principal: iniciar un diálogo nacional con las tres comunidades principales de Irak (sunitas, chiítas y kurdos), con el fin de alcanzar un compromiso que pueda ser asumido por todos.

Los principales puntos de discusión son la representación política, la distribución de la renta nacional y el derecho a la identidad cultural y religiosa.

El nuevo primer ministro va a tener que preguntarse qué tipo de Irak quiere. Porque si fracasa, se corre el riesgo de una desintegración del país, que prácticamente quedaría dividido en tres partes, habitadas y gobernadas por cada uno de los tres grupos mayoritarios. Casi un siglo después de su construcción, el moderno Irak llegaría a su fin.

El Estado como enemigo

El ex primer ministro, el chií Nuri al-Maliki, no ha logrado solucionar estas cuestiones a lo largo de sus dos mandatos. De hecho, muchos observadores creen que Al-Maliki es, en parte, responsable del actual caos que vive el país. Los residentes de las provincias dominadas por los sunitas se han asociado con los yihadistas, lo que demuestra su desesperación ante la negativa de Al-Maliki de alcanzar un compromiso político con ellos.

En lugar de buscar una solución política, envió tropas a las provincias sunitas. El arresto de sus principales líderes políticos, así como las duras acciones militares llevadas a cabo por Al-Maliki en la inquieta provincia de Anbar, han contribuido a que los sunitas sientan al Estado cada vez más como el enemigo.

Pero incluso aunque los yihadistas sigan perdiendo la simpatía de parte de los sunitas, se requerirá de un gran esfuerzo para unir al país. “En la actualidad, el ‘EI’ amenaza con tomar partes representativas del país. Y el hecho de que Irak se mantenga paralizado ante tal peligro, indica la dificultad de lograr un acuerdo político”, escribe el analista de Oriente Medio Gareth Stansfield, que investiga para el think-tank británico Chatham House.

Primacía de la política

Sin embargo, sólo una solución política puede unir a los dos grupos religiosos (suníes y chiíes) de nuevo, aclara el viceprimer ministro iraquí Saleh al-Mutlaq a la revista especializada en Oriente Medio “Al monitor”. Asimismo, permitiría aislar a los grupos armados, tal y como se hizo hace años con los combatientes de Al-Qaeda.

“Además, una solución política ayudaría a liberar a una gran parte de la sociedad iraquí de la injusticia y a reestablecer los derechos políticos que se han perdido durante la ocupación del país“, añade.

En todo caso, quien resulte elegido como nuevo primer ministro deberá adoptar un rumbo político distinto. En Washington, también crece el número de partidarios de un diálogo político nacional en Irak. Al mismo tiempo, se prevé que las tropas iraquíes no van a ser capaces de hacer retroceder al llamado Estado Islámico. Al contrario: los yihadistas avanzan cada vez más. A principios de esta semana (04/08/2014) ingresaron en las zonas controladas por los kurdos.

Los yihadistas y el petróleo

Tras tomar bajo su control dos pozos de petróleo iraquíes, los combatientes del “EI” pueden exportar petróleo crudo por valor de entre 1 y 1,4 milones de dólares, según el Iraq Oil Report. Con ese dinero, los yihadistas no sólo compran armas, sino que también premian a sus combatientes, con la consiguiente atracción de miembros de las fuerzas armadas iraquíes a sus filas.

Hasta el momento, el gobierno iraquí ha luchado contra los yihadistas con armas. Cabe preguntarse si esta estrategia tendrá éxito a largo plazo. El próximo primer ministro debería luchar contra estos extremistas por medio de la política. El precio sería un equilibrio político y económico de intereses entre suníes y chiíes. Un hecho que no sólo debería ser aceptado por el Parlamento, sino por toda la población.

(Fuente: Deutsche Welle )

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