(Video: Cortesía Catholic News Service)

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El papa Francisco también aprueba la violencia para detener los crímenes de los terroristas en Irak. Esta es una lección que la humanidad aprendió de los desastres del siglo XX, dice Christoph Strack, periodista de DW.

“Una acción militar puede ser, en determinados casos, justificada”, dijo el jefe de la Iglesia católica y agregó que “detener a un agresor injusto es legítimo”. Pero la aprobación de la violencia de boca del Papa que lleva el nombre de San Francisco ha irritado a algunos. Según los críticos, el Papa está llamado a abogar por los medios pacíficos, toda vez que las Iglesias en su historia han fallado en su cercanía a las armas.

Pero pocos en Europa deben estar tan bien informados, de fuentes directas, sobre los horrores cometidos por los terroristas del “Estado Islámico” (IS) como el Papa. Él ha hablado por teléfono con los representantes de las Iglesias de la región, se reunió en el Vaticano con el gobernador de Kurdistán, se ha dirigido desesperadamente a los diplomáticos de todo el mundo, le escribió al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y, finalmente, envió hace una semana al cardenal Fernando Filoni, uno de los mejores expertos en Oriente Medio de la Curia, a los territorios kurdos, a Erbil y a Bagdad.

Trátese de yazidíes, cristianos u otras víctimas de los fanáticos terroristas, la precaria situación de las minorías masacradas por los combatientes de EI, conmueve a Francisco.

La lección de “la guerra justa”

El Papa aplica aquí una doctrina religiosa de muchos siglos de antigüedad sobre la “guerra justa” que permite la aplicación de la violencia bajo criterios estrictamente definidos. Pero el impacto de la Primera, y sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, llevó a la Iglesia católica a alejarse de la doctrina de la “guerra justa”. Algo que algunos notaron cuando el Papa Juan Pablo II (1978-2005) expresó fuertes críticas contra la guerra de Kosovo en 1999 y cuando en 2003 se opuso a la acción militar ordenada por el expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, contra Irak.

El director del Instituto hamburgués para la Teología y la Paz, Heinz-Gerhard Justenhoven, especialista en ética de paz, considera que el papa Francisco “sigue la línea de sus predecesores”, ya que asume incluso las palabras de Juan Pablo II cuando habla de que “el uso de la fuerza debe ser el último recurso, la última opción”.

Es más fácil fungir de “ángel de la paz”

El actual discurso teológico moral cosidera el legítimo derecho a la defensa. Aquí, por fortuna, la Iglesia no entra a opinar sobre “los medios correctos” de imponer tal derecho. Pero ofrece el respaldo y la justificación moral y ética a quienes tienen que tomar las decisiones. Algo que concuerda con las palabras de Francisco que habla de “parar al agresor injusto”. Sobre cuáles medios se deban usar para “parar” al agresor, es lo que tienen decidir los responsables. Es más, el Papa aboga porque esa decisión salga de un amplio consenso internacional.

Con este viraje hacia una “guerra justa”, la Iglesia católica demuestra poder enfrentar los problemas de hoy y respalda a quienes tienen que asumir tan difícil decisión. Esta es una postura mucho más incómoda que aparecer como ángel de la paz que no necesita asumir consecuencias. Si se asume la responsabilidad de aplicar violencia para defender a los indefensos es probable que con ello también se tenga que asumir una culpabilidad. Pero quien no asume ninguna responsabilidad, permite, en determinado caso, que inocentes mueran. Hoy en Irak, otrora en Ruanda.

(Fuente: Christoph Strack/Deutsche Welle )