(Foto: Cortesía RIA Novosti)

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Venezuela es un fiel aliado de Rusia desde las épocas de la Unión Soviética. Con sus críticas a las sanciones de EE. UU. y de la Unión Europea, el presidente, Nicolás Maduro, no dejó ninguna duda acerca de que apoya a Rusia en la crisis de Crimea. “Quieren cercar a Rusia para debilitarla, oprimirla y destruirla”, dijo en su discurso semanal por radio el miércoles, 26 de marzo, en una clara toma de posición respecto de las acciones del presidente ruso, Vladimir Putin, en Crimea. Sin embargo, Venezuela no está para nada entusiasmada con los planes de Putin de ampliar la presencia de la Marina rusa en América Latina a través del acceso a sus puertos.

El ministro venezolano de Relaciones Exteriores, Elías Jaua, dejó en claro que permitir el asentamiento de bases militares extranjeras en el propio país va contra la Constitución. Similar fue la reacción del jefe de la Armada de Nicaragua, Julio Avilés, quien dijo que los planes eran pura especulación y puso en claro que la Constitución de Nicaragua solo permite el acceso de tropas extranjeras con fines humanitarios o para ejercicios militares conjuntos.

El Gobierno de Cuba, por su parte, ni siquiera reaccionó luego de que un barco de guerra ruso atracara el 27 de febrero en el puerto de La Habana, un día después de que el Ministerio de Defensa ruso diera a conocer sus planes de reforzar su presencia militar, tanto en América Latina como en África del Norte y Asia.

Silencio expectante

“Creo que sí hay una cierta intranquilidad, y que muchos piensan que las acciones de Rusia *son de carácter imperialista*”, dijo Claudia Detsch, de la sede en Buenos Aires de la Fundación Friedrich Ebert, a DW. Rusia está buscando el acceso a puertos y, en algunos casos, también a bases de la Fuerza Aérea de algunos países para demostrar su influencia.

“En el discurso de Putin del jueves pasado se ve claramente que Rusia, desde su punto de vista, solo puede subsistir si es un gran imperio. Lo que quieren los rusos en América Latina es aumentar su poderío. Nunca desistieron de ese objetivo”, dijo el experto en política exterior estadounidense Stephen Blank a DW.

Un acto de provocación contra EEUU

El hecho de que Moscú siga intentando obtener acceso a los puertos de sus aliados en medio de la crisis de Crimea “tiene que ver, en mi opinión, claramente con Ucrania”, sostiene Detsch quien opina que Rusia trata de provocar a EE. UU. de ese modo. “Pero Rusia también exige un precio por la ayuda a sus aliados en años pasados, que incluye alimentos y armas”. También se puede interpretar como una respuesta al empeño de la OTAN de fortalecer su presencia en el Este de Europa, cerca de la frontera con Rusia.

“No hay duda de que Rusia se toma muy en serio la búsqueda de bases militares y entradas a los puertos de Latinoamérica”, afirma Blank. Según él, el objetivo de Putin es desestabilizar la región aprovechando la tendencia anti-estadounidense que reina tradicionalmente en el subcontinente.

Blank cree que las reacciones moderadas de los países latinoamericanos son solo una táctica de negociación, y que los rusos pondrán mucho dinero sobre la mesa. “Por eso, lo que respondan los socios de Rusia no será jamás la última palabra”, asegura el experto.

Las ventas de armas y la exportación de energía a la región son los ases en la manga de Putin. Las exportaciones de gas serían una pesadilla logística, pero “sería aterrador que Rusia comprara empresas productoras de energía. La mayor parte del petróleo de Venezuela va hacia EEUU. Es decir que los rusos serían dueños de una parte de ese petróleo, y piensan que podrían, de ese modo, ejercer influencia en la economía estadounidense”, explica Blank.

Un gran aprieto

Los sucesos recientes en Ucrania representan un dilema para los países latinoamericanos, que, por lo general, están en contra de una intervención en los asuntos de otros países, explica Detsch. “En Libia y Siria estuvieron en contra de una intervención”, recuerda. En la crisis de Crimea pasó algo parecido. Allí, la postura de gran parte de los países de América Latina fue neutral, subrayando la necesidad de una solución política.

Sin embargo, la cooperación con Rusia coloca a los países latinoamericanos entre la espada y la pared. Brasil, por ejemplo, dejó en claro que quiere seguir trabajando con Rusia en el foro de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), pero exige una solución política de la crisis de Crimea.

Pero Rusia está decidida a reforzar su presencia en la región. Para los países latinoamericanos, eso puede tener muchas ventajas, piensa Blank: “Dado que, en líneas generales, su forma de pensar es anti-estadounidense, seguirán con su actitud prorrusa y prochina mientras que eso los beneficie.”

Actualmente parecería que nadie es capaz de detener a Rusia, dado que tanto EEUU como la UE descuidaron a América Latina durante décadas. El período de Barack Obama en el Gobierno de EEUU fue una gran desilusión desde el punto de vista de los Gobiernos latinoamericanos, por lo que en este momento reina una grave falta de diálogo entre EEUU y América Latina, explica Detsch. La Guerra Fría aún está presente en las cabezas de ambas partes, asegura.

Después de la caída de la Cortina de Hierro, muchos creyeron que Rusia se integraría a un orden occidental. “Sin embargo”, subraya la politóloga, “la crisis de Ucrania demuestra que Rusia no quiere integrarse. Quiere recuperar su lugar como potencia mundial y tener total libertad de acción”. Según ella, “Rusia quiere ampliar sus lazos con los países de la izquierda latinoamericana para cimentar su posición como potencia mundial. Las reacciones de Nicaragua y Venezuela son hasta ahora, sin embargo, bastante reservadas”.

(Fuente: Deutsche Welle )