Joachim Löw, Oliver Bierhoff y Hans-Dieter Flick, el cuerpo técnico alemán. (Foto: Deutsche Welle)

Joachim Löw, Oliver Bierhoff y Hans-Dieter Flick, el cuerpo técnico alemán. (Foto: Deutsche Welle)

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Un puñado de jugadores de la generación que le cambió la cara al fútbol alemán, así como el cuerpo técnico que lo hizo posible, tendrá en Brasil la que probablemente sea su última oportunidad de ganar un gran torneo.

Para Philipp Lahm el Mundial del 2006 empezó de una forma prometedora: en su país (Alemania), en su ciudad natal (Múnich), en el estadio de su equipo (el Allianz Arena del Bayern), y anotando un gol, el primero del evento en el partido inaugural contra Costa Rica. El entonces jovencito de apenas 22 años parecía que iba a poderr coronar tempranamente su carrera conquistando una Copa del Mundo.

Pero a la selección local se le escapó aquella oportunidad de ganar ante su público el Mundial. Al final los jugadores tuvieron que contentarse con el tercer lugar, y la satisfacción de saber que hacían parte de un equipo que le dio una nueva identidad al fútbol alemán. En el 2006 se sentaron las bases de un balompié que en el 2014 hace de Alemania una de las grandes candidatas al título en Brasil.

El tradicional fútbol pesado y laborioso de los alemanes le cedió el puesto a un juego ofensivo, lleno de recursos y filigranas técnicas. El proceso, elogiado y reconocido internacionalmente, no se ha detenido, pero los títulos se resisten a llegar mientras el tiempo se agota.

Los decisivos 30 años

De aquella selección del 2006 quedan pocos jugadores: Philipp Lahm, hoy con 30 años, Per Mertesacker (29), Bastian Schweinsteiger (29), Lukas Podolski (28), y Miroslav Klose (36). Los demás integrantes se fueron quedando en el camino. Una gran parte de ellos hoy ya ni siquiera juega activamente al fútbol, o está en proceso de retirarse pese a tener una edad similar a los de aquellos colegas suyos de antaño que están en Brasil. Robert Huth, Thomas Hitzlsperger, David Odonkor y Mike Hanke son apenas un par de ejemplos.

Los “sobrevivientes” del 2006, el año de la gran renovación del fútbol alemán, bordean una edad crítica en la vida profesional de los jugadores: los 30 años. A partir de esa edad los futbolistas inician la curva de descenso en su rendimiento deportivo. Casos como el de Miroslav Klose son la excepción y no la regla. El delantero llega con 36 años a disputar su cuarto Mundial más gracias a la confianza ciega que le profesa el cuerpo técnico alemán, que por su estado físico.

Lahm, Mertesacker, Schweinsteiger y Podolski, todos integrantes del eje principal del equipo que representará a Alemania en Brasil, pueden descartar la idea de que en Rusia 2018 repetirán la historia actual de Klose y tendrán un papel que cumplir. Incluso de suceder, es improbable que este sea importante. Para ellos este es el año de ganar un título Mundial. En este 2014 tendrán la última oportunidad garantizada de poder intentar coronar sus carreras.

El peso del calendario

Curiosamente ellos no están solos en esta encrucijada. La misma situación enfrentan varios jugadores que hoy conforman la plantilla alemana en el Mundial y que hace cuatro años llegaron a la selección como parte de un relevo generacional. Sami Khedira ya tiene 27 años, Roman Weidenfeller, quien apenas debutó en el pórtico de Alemania en este 2014, se acerca a los 34 años, y Manuel Neuer, el arquero titular, cumplió ya 28 y quizás sea la única figura actual que podría defender su posición para el próximo Mundial, si su cuerpo se lo permite.

A su lado hay una camada de jugadores integrada por Jerome Boaeng, Kevin Grosskreutz, Mats Hummels, Benedikt Höwedes y Mesut Özil que tienen 26 años. Todos ellos estrellas del momento que podrán estar a plenitud en la Eurocopa del 2016. Pero ese quizás también sea su torneo de despedida pues a la edad de 30 años serán segunda opción en la convocatoria de Alemania al Mundial 2018. Así funcionan las leyes no escritas del fútbol.

Además, no solo a los jugadores les pesa el calendario. También para el cuerpo técnico las oportunidades de ganar un gran torneo se agotarán en Brasil. Para el seleccionador Joachim Löw y sus colaboradores el Mundial 2014 es el cuarto intento de entregarle a Alemania un título y muchas más no les ofrecerán pese a que sus contratos estén vigentes.

La única recompensa verdadera en el fútbol son los trofeos, y después de un Mundial y dos Eurocopas con las manos vacías, Alemania no hará alarde de paciencia con Löw y su equipo.

Es cierto que él es el seleccionador con el mejor balance estadístico entre todos los que ha tenido el fútbol alemán en su historia, pero al igual que a la generación de futbolistas que con su guía revitalizó el balompié nacional, le faltan los triunfos. El Mundial de Brasil es su gran oportunidad de corregir esa mácula, el 2014 es el año. Para todos ellos vale: ahora, o nunca. El tiempo se les acabó.

(Fuente: Deutsche Welle )