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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Pese a su recargada agenda, el diplomático Alejandro Neyra logra darse un tiempo libre para leer y fundamentalmente para escribir. Fue así como nació Peruanos de ficción, un libro que recoge novelas y películas foráneas que tienen algo en común: cada una de ellas lleva consigo un pedacito del Perú.

Es así como, para sorpresa de muchos, podemos enterarnos de que hay lugares, personajes y características propias de este país que llamaron la atención de grandes escritores, periodistas y cineastas en Estados Unidos y Europa.

Conversamos con Neyra sobre su didáctica, peculiar y divertida nueva publicación, que ya está a la venta en las principales librerías de Lima.

Los diplomáticos están casi siempre ligados a la literatura. No eres la excepción. ¿Quién es Alejandro Neyra como escritor?
Mi vocación literaria viene desde muy joven. Siempre me gustó leer y escribir. Yo estudiaba Derecho en la Universidad Católica y decidí que tenía que cumplir con esta deuda pendiente. Me metí a estudiar Literatura en San Marcos. Ahí descubrí qué era realmente la literatura. Muchos creen que la literatura es Vargas Llosa, Bryce, Ribeyro y dos más, pero no. La literatura peruana es mucho más rica. La literatura, en general, en español es muchísimo más todavía. Se trata de un ejercicio más complejo de trabajo y de dedicación. Así fue como aprendí a escribir realmente.

¿Y cuándo llega el momento en que te animas a publicar lo que escribías?
Entré a la carrera diplomática y cuando estuve en el exterior, precisamente por esa gran ventaja que tenemos los diplomáticos de vivir afuera y de abrirnos al mundo es que decidí lanzarme a publicar mi primer libro de cuentos. Hoy ya tengo tres libros de cuentos: Peruanos ilustres, Peruvians do it better y Peruanas ilustres; y una novela, CIA Perú, que ganó el premio de la Cámara Peruana del Libro de 2012.

En una parte del libro te defines como un lector compulsivo. ¿Eres muy exquisito al escoger tus lecturas?
Me pongo varios retos obsesivos al momento de escoger mis lecturas. Por ejemplo, quiero leer todo lo relacionado con el Perú. Es más, todas mis obras tienen un componente muy peruano. Es como una obsesión esta fusión de la literatura con mi carrera diplomática. La otra obsesión es tratar de leer casi todo lo que puedo en mis ratos libres. Voy temprano al gimnasio y leo ahí. También leo en mis almuerzos y, por la noche, al llegar a casa.

Claro. En tus anteriores libros está siempre el término peruanos por delante. ¿Buscas dejar en claro que no estamos solos en el mundo?
Estoy muy orgulloso de ser peruano. Al mismo tiempo, la suerte de ser diplomático, de haber viajado por el mundo, me ha enseñado que no somos tampoco tan particulares. Tenemos las mismas virtudes y los mismos defectos que las personas de otros países. Intento encontrar la razón de nuestro orgullo o del chauvinismo que a veces tenemos, las razones de por qué creemos que somos absolutamente diferentes, de por qué nuestra comida es la mejor, de por qué la Inca Kola es más rica que otras gaseosas. Son esos los detalles que nos hacen sentir diferentes.

Hay muchas ‘rarezas’ que se nos atribuyen en el exterior…
Hay cosas más o menos identificables frente al mundo. Aún tenemos un aura de exotismo. En las muchas novelas que he revisado encuentro cosas raras, que solo parecen pasar acá. Perú en Francia sigue siendo sinónimo de riqueza. “Vale un Perú” es una frase que hasta hoy se mantiene. Entonces, exotismo y riqueza, pero en algún momento también pobreza, terrorismo y violencia. Mi gran preocupación es tratar de entenderme: ¿Por qué soy así? Y tratar de entender cómo nos ven los otros.

Quizás un personaje crucial para la forma en cómo nos ven, por ejemplo en Estados Unidos, es Hiram Bingham, el descubridor científico de Machu Picchu.
Me parece un personaje fundamental. Creo que el Perú se pone de moda de nuevo con el descubrimiento de Machu Picchu. El tema del pasado, de las riquezas, nada es casual. Sale la novela Bajo los andes y otra que no está en mi libro llamada El tesoro de los incas. Además, películas como Las arañas, en la que si tú ves al personaje, que es el mismo que interpreta Charlton Heston en El secreto de los incas, es siempre el mismo tipo al estilo Indiana Jones, que también viene al Perú. Es un explorador que se mete a las entrañas de los andes y descubre una riqueza maravillosa. Arquetípicamente es un hombre con un cinto, con el látigo y con la pistola, que es la figura clásica de Hiram Bingham y que se repetirá en el imaginario por muchos años.

El caso de Gerard de Villiers, te maravilló tanto que generó tu novela CIA Perú. ¿Qué fue lo que te llamó la atención de la forma en la que este periodista y escritor francés describe a la Lima de los 80?
Me impactaron dos cosas: primero encontrar que una novela de espías transcurra en el Perú. Sus descripciones eran muy verídicas. Gerard es un tipo que a pesar de su edad, sigue escribiendo y viajando por el mundo. Es un hombre súper contactado. Yo descubrí, luego de ganar un premio por mi CIA Perú, que el francés había estado dos semanas acá. Hizo una gran investigación de lo que ocurría en el Perú de entonces. Describe muy bien los rasgos de la capital y de las personas, todo esto me llamó la atención. Al mismo tiempo, describía de forma muy curiosa los castigos de la policía. El espía que era detenido sufría torturas. Además, en el relato aparecen mujeres terroristas. Parece que a De Villiers se le hizo todo fácil aquí en Lima, lo cual es raro porque vino en una época muy difícil. Asumo que en dos semanas realizó un trabajo alucinante.

Una arista muy importante en Peruanos de ficción es el tema político, más precisamente la de los personajes políticos. Hay libros de literatura europea contemporánea en donde aparecen Toledo y Fujimori.
Es curioso. No solo aparecen ellos, sino además ciertos diplomáticos. El Perú siempre tiene un magnetismo que atrae la mirada europea. Nuestro país sigue siendo visto como algo exótico, medio misterioso, relacionado a riquezas. Pero al momento de incorporar personajes y temas, ese exotismo no se puede trasladar de inmediato a una novela. Tú necesitas personajes creíbles. Algunos de ellos son diplomáticos o gente vinculada a la política, que son quienes pueden hablar otros idiomas, o aquellos cuya imagen también se proyecta más allá del Perú mismo. Es cierto, tú no eliges a un personaje casualmente. No da lo mismo para un escritor poner que un personaje tal es peruano, chileno o brasileño. La carga (positiva) de ser peruano es algo más reconocible, con un halo de magnetismo que lo hace más representativo de lo que es Latinoamérica.

Encontraste en Fuga dos andes un muy buen libro brasileño en donde se habla del Perú. ¿Qué te llamó más la atención de él?
Brasil es un país que tradicionalmente se ha visto como opuesto a América Latina en cuanto a literatura o vínculos culturales. Para mí, la literatura brasileña tiene una línea propia que, efectivamente, no es la misma que la de la literatura latinoamericana. En el ‘Boom’ literario, Brasil queda al margen. Contacté a José Pedrialli, el autor de este libro y me dijo que escribió esto porque estuvo en el Perú de los 80. Casi fue a Uchuraccay, quedó marcado por su paso por el Perú. Se enamoró de una peruana también. Escribió una novela de aventuras totalmente marcada por la época terrorista. Su novela es poco brasileña y muy latinoamericana. Cita mucho el tema de los terroristas que se enfrentan al Estado. La lucha por una sociedad mejor, su novela es muy ochentera.

¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?
Desde que editamos Peruanos de ficción, he descubierto por lo menos cinco novelas en donde aparecen peruanos: Omertá (Mario Puzo), Pérou (Michel Breaudau), The virgin of the sun (Henry Rider Haggard), Al piano (Jean Echenoz) y La traversée du Mozambique par temps calme (Patrice Pluyette). Estas historias estarán en la segunda parte de mi libro. También me gustaría escribir una segunda parte de CIA Perú. La pasé muy bien escribiéndola por todos los recuerdos que tuve en torno a la época de los 80. Hay mucho que escribir aún sobre esa época. No creo tanto en la misión moralizadora de los escritores, nuestra labor es más que todo entretener y divertir a la gente, pero de forma inteligente.