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Por Jorge Esponda Jara / @hombrequeduerme

La tercera edición del Lollapalooza Chile se realizó este último fin de semana. Este es un breve balance sobre esa reunión impresionante de artistas, público (no pocos peruanos) y de organización que se dio en el Parque O’Higgins. Una iniciativa cuyas posibilidades aún parecen lejanas para nuestro país.

El festival se dividió en dos jornadas con una duración de 11 horas cada una. Seis escenarios y una abrumadora oferta – especialmente centrada en bandas actuales – puso las cosas complicadas para muchos, aunque de eso se trata, de un evento que es a la vez una ojeada panorámica sobre lo que se ha venido haciendo en la música de nuestra época y quizá un poco más allá de ella.

Solo así se puede tener como headliners a dos bandas como Pearl Jam y The Black Keys, tan distintas y no solo por sus respectivas épocas. Ambas fueron las encargadas de cerrar las programaciones del sábado y el domingo, respectivamente, consagrándose también como dos de los mejores shows en lo que va del año año. En caso de la banda de Eddie Vedder, quedó nuevamente demostrada su enorme capacidad de convocatoria, más aun considerando que su última visita a Sudamérica data de hace año y medio.

Varios actos sobresalieron a pesar de que tuvieron setlists mucho más reducidos. De todos podría citar como mis favoritos a Bad Brains, una institución del harcore punk; Tomahawk, otro proyecto alternativo del vocalista de Faith No More, Mike Patton; los ingleses de Hot Chip, buenos herededos del synthpop; y sobre todo el de Crystal Castles, el dúo canadiense que demostró esa energía que los ha hecho famosos en tan poco tiempo y que llegó por tercera vez a Sudamérica para presentarse en el lapso de una semana también en Brasil, Argentina y Colombia, países donde hubo festivales de música similares al de Santiago.

El mencionar esto último seguramente devuelve a la mente de todos los aficionados la interrogante sobre si alguna vez veremos en Perú espectáculos de esta magnitud. Una buena pregunta cuya respuesta se puede empezar a formar a partir del balance oficial revelado este martes por la propia organización del festival en Chile. Desde ello y la experiencia de haber visto en el Lollapalooza se pueden concluir algunas cosas acerca de esa posibilidad, aún bastante remota para Lima.

Tal vez lo más evidente, aunque no necesariamente lo más grave, sea la falta de infraestructura y de gran capacidad de logística. Si bien en los últimos años hemos tenido un ascenso en cuanto a cantidad de espectáculos internacionales, algunos de ellos de gran envergadura, y a veces con escaso tiempo de preparación entre uno y otro, muchas veces los organizadores encuentran enormes dificultades en cuanto a los locales con los que se cuentan para la realización de conciertos.

Para un festival se requeriría un local capaz de albergar escenarios simultáneos. En el caso del Parque O’Higgins, se acondicionaron dos tarimas principales y tres alternativas en los extremos. Y como si ello fuera poco, ahí se encuentra ubicado el Movistar Arena, de capacidad para 15 mil personas y que albergó nuevamente los actos de corte electrónico. Hay que considerar junto a ello la relativa facilidad de desplazamiento: estación del metro cercana y dos líneas de bus que pasan las 24 horas.

Pero incluso este aspecto sería salvable o por el que los organizadores se atreverían a apostar a futuro si es que se contara con lo principal: una capacidad de convocatoria que el público peruano hasta ahora ha demostrado de forma muy irregular. La asistencia del Lollapalooza chileno superó en sus tres ediciones las 100 mil personas. Esta última ha sido la mayor de todas: cerca de las 140 mil.

Considerando la moderada asistencia a los contados shows que se presentan en Lima, la posibilidad de atraer tal contingente de espectadores es todavía una ilusión, sumando a ello las deficiencias – aún insalvables – de nuestro sistema de transporte. El año pasado circuló el rumor de una posible edición del Rock in Rio en Lima para el próximo año. Una vista general de cómo se desenvuelve el ‘Lolla’ Chile, relativamente más pequeño que los eventos de la franquicia de origen brasileño, no queda sino sonreír y secretamente soñar.