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Por Jorge Esponda / @hombrequeduerme

No es algo que tuvieran previsto. Cuando en 1991 Damon Albarn y sus compañeros lanzaron Leisure, dieron inicio a uno de los movimientos que definieron a esa década común y arbitrariamente conocida como la de la música alternativa. En aquel saco también estuvo incluido el sonido de Seattle que justamente ese año alcanzaría descomunal fenómeno de difusión con Nirvana y su Nevermind.

El britpop de los 90 llevó a la cumbre a bandas como Pulp, Suede, The Verve, Oasis, Supergrass y, por supuesto, a Blur. A mediados de la década, cuando ya Oasis venía poniéndose la etiqueta de abanderado de esa movida y sus homenajes al sonido ‘beatle’, Albarn había concebido un proyecto quizá aún mayor: actualizar esa tradición por la vía de reproyectar, a su vez, cierta autoconciencia. Un ejercicio tal vez un tanto más intelectual, pero que se encontró con un gran talento para llevarlo a cabo.

De eso dan cuenta sus continuas reinvenciones, disco tras disco, cada cual más ambicioso que el anterior. Así es como llegamos a la expansión de Modern Life is Rubbish y Parklife para luego llegar a la experimentación de The Great Escape o el álbum homónimo, disco que incluye arreglos sinfónicos o vanguardia electrónica, pero dentro de un manejo maestro del pop y sus contados minutos de placer.

Ese afán ecléctico quedaría sentado en 13 y Think Tank, el primero incluyendo coqueteos con el góspel a lo U2. Cuando empezó a sonar el proyecto Gorillaz en las radios ya era claro que a Damon le quedaban chicas las etiquetas o el nombre hecho con su popular banda.

La nostálgica reunión que desde 2008 ha ido de menos a más ( recuerden el éxito que disfrutaron hace poco en Coachella ) nos permitirá disfrutar en vivo y en directo esa especie de condensación de una era y varias más que, en cierta forma, se resume en la esencia del sonido de Blur.