Síguenos en Facebook



Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Buscando un libro de historia que no reitere los términos fracaso, derrota o pérdidas nos encontramos con En pos de la república, la más reciente publicación de la connotada historiadora peruana Carmen Mc Evoy. Los 10 ensayos que componen este ejemplar reflejan a personajes que ofrecieron gran parte de su vida a un solo ideal: el de un Perú republicano.

“¿Qué es realmente una república?”, le pregunto a la autora, esperando una respuesta sumamente técnica. “Es el bien común, la felicidad para todos, el desarrollo, es el progreso. Estamos en la República del Perú y no sabemos lo que nos merecemos por estar en una república. La gente joven debe conocer lo que significa ser un ciudadano en una república. Con deberes y con derechos”, responde.

Mc Evoy no ha perdido la fe en que este país pueda algún día ser eso que ella explica de forma tan simple.

En el inicio del libro usted propone un proyecto nacional. No menciona casi al ya existente Acuerdo Nacional. ¿Son propuestas completamente diferentes?
El Acuerdo Nacional (AN) sería más que todo un preámbulo al Proyecto Nacional (PN). En el AN nos sentamos todas las fuerzas representativas, comunidades indígenas, mujeres, grupos económicos, partidos políticos y se decide qué tipo de país queremos y hacia dónde vamos. El acuerdo es sentarse a discutir qué tipo de país queremos para el siglo XXI. Luego vienen los lineamientos de cuál es el proyecto educativo para el 2050, qué tipos de estudiantes queremos, qué tipo de proyecto ambiental buscamos. Mira, los grandes países son los que se han podido plantear este tipo de objetivos a corto y largo plazo. Nosotros vamos apagando incendios todos los días y nunca nos sentamos a pensar qué cosa queremos en 50 o 100 años. Esto hoy incluso es pequeño en términos de desafío. El tema energético, los derechos. Eso para mí debe ser el PN. Un documento que especifique las metas a cumplir con el paso de los años. El 2021 podría ser un primer hito en este derrotero que nos vamos a plantear y que (deberíamos) tener la responsabilidad de llevar a cabo. Si bien es cierto este proyecto podría irse modificando en el camino, las bases y metas más importantes deben cumplirse.

Esta semana se están sentando a dialogar los partidos políticos con los representantes del Gobierno y, sin embargo, la gente no se interesa por lo que pueda salir de esto y se queja de que estos políticos no nos representan…
Lo que ocurre es que sí nos representan porque nosotros los hemos elegido. Nosotros somos responsables por haber votado por ellos. Que hoy la población no confíe es porque la razón de la reunión no es el proyecto nacional, sino tratar de salvar la situación, mejorar una opinión pública desfavorable o mejorar las encuestas. Nadie va con una idea de qué cosa es lo que quiere cuando ellos ya no estén en el mundo. Cuando yo ya no exista en 50 años, ¿qué es lo que quiero que el Perú sí tenga que no tiene hoy? Hay que despersonalizar las discusiones. Aquí el punto es que todos los peruanos vemos que (en estas charlas) se discuten temas personales, de intereses de este tipo. La razón por la cual desconfiamos, por la que no nos interesa esta “pérdida de tiempo” es que no vemos intereses nacionales en la agenda. Lo que se va a discutir no es el bien común, sino cómo resolver una coyuntura desfavorable a los intereses de la gente que va a participar de la reunión.

Los ensayos que aparecen en En pos de república no son recientes. ¿Por qué escogió a estos personajes y dejó de lado a otros?
Son 10 años de trabajo que empecé cerca a 1999. El primer ensayo, de Juan Bustamante, es el más antiguo y el más reciente es el segundo, que es más teórico, sobre el liberalismo peruano. Esta colección es una continuación de La Utopía Republicana. Allí aparecen todos estos mismos personajes de forma tangencial. Aparecen Valdelomar, Espinosa, etc. Estaban ahí y yo sentía que había mucho que hacer con ellos. Necesitaba clarificar aún más algunas de las ideas que esbocé en La Utopía….

¿En qué se diferencia el republicanismo panamericano de Juan Espinosa con el resto de republicanismos propuestos en la historia?
El republicanismo de Espinosa es el de los inicios de la Independencia. No había fronteras. Alguien de Chile, de la Gran Colombia, del Alto Perú, todos peleaban contra el Imperio español. Todos peleaban por una misma causa. Ese panamericanismo, esa idea de América en su conjunto, que en realidad no es una idea propia de Espinosa, sino de Bolívar. Espinosa, San Martín, el mismo O’Higgins, o sea, tú podías tener múltiples identidades. Muchos de los generales que pelean en la Independencia se quedan en el Perú. La pregunta sería: ¿En qué momento este panamericanismo de Espinosa se disuelve y comienza un proceso de definición de las nacionalidades? Digamos, Espinosa aún alienta el sueño del panamericanismo porque está en Ayacucho. Él fue parte de esa iniciativa de unidad americana. Esencialmente, Espinosa propone que nunca olvidemos que tenemos orígenes comunes: los de la Independencia.

¿Es el neoliberalismo un obstáculo para la búsqueda del supremo valor del republicanismo?
Esa es la vieja discusión. El neoliberalismo es una especie de cajón de sastre que la gente utiliza para exorcizar los demonios de una economía de mercado sin regulaciones, con grupos económicos que hace básicamente lo que quieren. Esa es la forma con que se ha sido definido al neoliberalismo, como un sistema en el que se trata de acorralar al Estado para que no tenga ningún tipo de función de proveedor del bien común o de ciertas reglas de juego.

Eso chocaría con las instituciones republicanas…
Claro, en ese sentido, un liberalismo sin ningún tipo de regulación obviamente no va a permitir el desarrollo de las instituciones republicanas, porque muchas de estas tienen como función el preservar el bien común. Muchas veces el capitalismo no necesariamente por toda su connotación individualista, de competencia y de ganancia, choca con el bien supremo del liberalismo, que es que la mayoría de gente tenga acceso a ciertos bienes que se consideran de disponibilidad común, como la educación y la participación democrática. Por ahí creo que va la incompatibilidad que mencionas.

Cuénteme un poco sobre los orígenes del republicanismo…
Al principio hay conceptos muy claros en el pensamiento republicano. La división de poderes, la conformación de una sociedad civil, la construcción del Estado y la de una un elemento muy importante: la opinión pública. Para que todo esto funcione debe haber un sistema educativo y oportunidades. Una de las cosas que me parecen más fascinantes del pensamiento republicano es la inclusión. No se está utilizando el concepto, pero es la idea de la participación de los pueblos y de las provincias. Por otro lado, la importancia del mérito: una sociedad de los mejores pero no de aquellos que estén mejor posicionados a nivel social, sino porque son los más inteligentes o los más capacitados. Estos elementos van apareciendo y desapareciendo.

¿Y en qué momento estos elementos pierden contacto con la realidad?
Yo creo que el momento de quiebre de este proyecto republicano es antes de la Guerra del Pacífico, con Manuel Pardo. Él lleva al republicanismo a su momento climático, donde todas estas ideas se van a concretar. La Ley Municipal, la reforma educativa, el traer gente para que organice una escuela de ciencias políticas y administrativas. Así vamos siguiendo y encontramos el tema de la república del trabajo. Se va cambiando la prebenda, lo que Julio Cotler llama el “Estado patrimonial”, en el cual tú repartes los beneficios entre tus amigos, por una república del trabajo en donde las oportunidades y tu esfuerzo son los que realmente valen.

¿Manuel Pardo sí llevó esto del discurso a la realidad?
Yo creo que sí. Entre el 72 y el 76 fue el inicio de un republicanismo remozado que ya había aprendidos sus lecciones. Pasan cosas nuevas. Viene la guerra y se da un quiebre. La república que surge luego es una que no tiene la infraestructura económica. Lo que viene es la reformulación de un pacto que aún no está claro entre el Estado y las provincias en el que se van a reconstruir ciertos elementos autoritarios. Con Leguía el republicanismo perdió su poder de convocatoria y ya existirían otras ideologías que van a competir con él.

En el capítulo de Juan Bustamante aparece un tema que hoy podría ser imposible de imaginar. El cómo los medios de comunicación se hacen responsables de necesidades populares masivas. Por ejemplo, levantan la bandera de la igualdad, a pesar de que, por ejemplo, los indígenas no leían sus periódicos…
Hay una prensa republicana con ideología republicana y con un proyecto de inclusión. La idea de que “no puede haber una república sin indios” existe. Hay un sector pensante que es totalmente consciente de lo que ocurre en el ande. Este ensayo muestra cómo no hay una elite de espaldas al Perú. Este es un momento fundacional, un indigenismo inicial que, posteriormente, fue trabajado por autores, pero esto ya se dio con muchísima anticipación. Yo planteo que hay un grupo intentando llevar el pensamiento republicano hasta la frontera. Esto implica rescatar al indio de las manos de todas estas fuerzas de gamonales porque eso era lo que había: gamonalismo. El asesinato de Bustamante es una prueba contundente de que quien entra en el feudo de los (gamonales) va a morir. A él lo asesinaron y luego el juicio se archivó por falta de pruebas. Todo el sistema jurídico protegía estos feudos contra los cuales el republicanismo no puede hacer nada.

¿Cómo se reflejó lo ocurrido en Pusi a nivel nacional?
Cuando ocurrió la matanza, hubo una denuncia permanente de lo ocurrido. La prensa siguió con el tema, pero lamentablemente no se llegó a nada. Como en muchos de los crímenes ocurridos en el Perú, el olvido puso un velo sobre un evento y aparece otro nuevo tema que distrae la atención.

Sobre el ensayo número seis. ¿Cuál es la diferencia entre el Chile que Bernardo O’Higgins dejó y el Chile al que regresó para su funeral?
Él llegó a un Chile que ha sido marcado por el desarrollo capitalista, de ferrocarriles y del telégrafo. El cuerpo de O’Higgins arribó en barco a Valparaíso y de ahí lo suben en un tren para transportarlo, parando en cada pueblo para recibir un homenaje especial. Esto significa el reconocimiento en un mundo más integrado por las comunicaciones. Por otro lado, en años previos a su regreso se produjo una suerte de alianza entre los conservadores y los liberales. Ese pacto político permitió que las viejas rencillas que existían en torno al personaje quedaran atrás. Hubo cambios políticos en Chile. Tanto liberales como conservadores necesitaban crear un imaginario patriótico, un panteón nacional. Para ese panteón este hombre era perfecto, porque iba a permitir sanar las heridas de todos esos años de enfrentamiento político que Chile tuvo. Además, se estaba sustituyendo la república de los araucanos por un héroe criollo.

O’Higgins es un héroe básicamente criollo.
En este proceso de expansión del capitalismo, Chile está avanzando mucho en esa frontera. Este mundo utópico de los araucanos ya no les sirve. Se arrasa a los araucanos y se les sustituye por un héroe criollo.

Se trata de una figura vital y que ha perdurado hasta hoy en Chile…
Y es un personaje controversial. El O’Higgins que se fue es acusado de todo. Es increíble cómo un exilio y el paso del tiempo puede borrar todas estas memorias conflictivas y surja la idea de un hombre casi santo. Esto es producto de una élite cultural que fue la encargada de hacer el trabajo de reivindicación cultural de este hombre.

En las jóvenes repúblicas siempre hubo la necesidad de construir héroes…
De construir memoria histórica, de construir imaginarios patrióticos y, claro, de tener héroes, además de tener una narrativa que le dé sentido a la república que recién está surgiendo a la vida. Tú tienes que preguntar de dónde vienes, de tus orígenes y, en el caso de Chile, quien juega un rol vital es O’Higgins.

De Arnaldo Márquez uno conoce muy poco por la escuela. Sin embargo, tuvo una labor fundamental que quisiera pedirle me detalle. ¿Cuál fue el principal aporte que este personaje le brindó a la relación entre los intelectuales y el Estado?
El Estado peruano empezó a involucrarse en la vida cultural del país y es ahí donde Márquez se planteó la pregunta sobre cuál es el papel que le toca jugar a los intelectuales. Es una pregunta complicada porque tú no vas a estar cerca del Estado para avalar todo lo que hace, pero al mismo tiempo sin el apoyo de este último para, por ejemplo, el proyecto educativo, será difícil sacar cosas adelante. Me parece que Márquez trata de ver una posición intermedia en la que el intelectual tiene su espacio (como en Estados Unidos) en la esfera pública, pero que al mismo tiempo en ciertas actividades (como ocurría con el proyecto del educador popular) el intelectual requiere del apoyo del Estado. Es una especie de insider con outsider. En tareas de mayor envergadura se precisa apoyo del Estado pero para obtener cierta autonomía tiene un espacio en la prensa, escribe y ejerce su pensamiento crítico.

No sé si existan muchos intelectuales orgánicos actualmente. Hoy, sin embargo, a muchos se les suele etiquetar rápidamente como caviares, fujimoristas, izquierdistas, etc. ¿En el pasado ocurría lo mismo?
Creo que una de las características de la política peruana es que siempre ha sido de facciones. Tú eras gamarrista, castillista, echeniquista o pardista. Pero digamos, no se da, y esto sería cuestión de investigarlo aún más, intelectuales que se mantengan al margen de estas discusiones de grupo y que estén planteando temas de proyecto nacional y que trasciendan los intereses al corto plazo. ¿Cuánto del corto plazo y cuánto del largo plazo? Si estás en medio de la guerra tú tienes que apoyar a Salaverry, tienes que defenderlo a pesar de sus errores. En estas discusiones permanentes creo que lo que no ocurre es que existan intelectuales independientes, que se alejen de la guerra civil y planteen qué se quiere luego de este proceso. Eso no se ve mucho en el siglo XIX.

En otra parte del libro aparece Antonio Raimondi, una especie de visionario que difunde los recursos naturales durante la preguerra que serían importantes para la reconstrucción del país luego del conflicto.

Este ensayo lo escribí junto a Luis Felipe Villacorta. Lo interesante de Raimondi es que él venía de una Italia en proceso de consolidación política. Raimondi es un republicano liberal que tiene el sueño de la unificación italiana, pero no lo ve. Ante el avance de las fuerzas reaccionarias él dejó su país. Trajo consigo la idea de que las luchas políticas no permiten nunca el desarrollo de proyectos económicos o culturales. Si tú te das cuenta, en el ensayo Raimondi siempre se mantiene al margen de las rencillas políticas. Les tenía pánico, pero eso sí, nunca perdió su razonamiento científico. Buscó difundir la idea de que puede existir un pensamiento científico y una intelectualidad comprometida con el Perú y que no necesariamente tú tienes que participar en estos enfrentamientos para poder aportar.

¿Qué le aporta Raimondi al Estado peruano?
Conocimiento. Antonio Raimondi estuvo en el Perú desde 1860 y le aportó desde entonces. Hay una alianza estratégica entre Manuel Pardo y este intelectual. Cuando el Estado peruano paga para que publique su libro El Perú o cuando se le apoya con sus mapas. Se trata entonces de un intelectual independiente, pero que al mismo tiempo, como tiene un insumo que al Estado le interesa, puede tener una relación de igual a igual. No escribe Raimondi para defender a Pardo, sino para ayudar a construir el Perú. Cuando más adelante viene la Guerra del Pacífico, Raimondi agarra toda la colección de la historia natural del Perú y se la lleva a esconder a su casa. Lo que debería haber hecho Piérola lo hace Raimondi. Más adelante, este señor le dice a los peruanos “está bien, se les acabó el salitre pero miren todo el oro que tienen, miren sus yacimientos de plata”. Este es el futuro de la reconstrucción nacional. Él vio esto porque supo que el Perú era un país riquísimo. Nos legó un impresionante trabajo de catastro económico y siempre fue optimista sobre la reconstrucción del Perú.