Paisaje con caballos, de Marc Franz. (Foto: Wikimedia)

Paisaje con caballos, de Marc Franz. (Foto: Wikimedia)

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Con la muerte de Cornelius Gurlitt finalizan las investigaciones por presunta evasión de impuestos en su contra. En septiembre de 2010, funcionarios aduaneros detuvieron al coleccionista durante un viaje en tren desde Zúrich, en Suiza. El anciano llevaba una gran suma de dinero consigo, y se justificó diciendo que había vendido obras de arte en esa ciudad.

El padre de Cornelius Gurlitt, Hildebrand Gurlitt, fue uno de los cuatro marchantes de arte a los que el régimen nazi encargó apropiarse de pinturas y esculturas en toda Europa y en los territorios ocupados para el planeado “Museo del Führer” en Linz.

Como recompensa, Hildebrand Gurlitt vendió al extranjero a cambio de divisas pinturas de la exposición “Arte decadente”, que los nazis habían confiscado a coleccionistas judíos en galerías y museos. Algunas de esas obras de arte fueron a parar, evidentemente, también a la colección privada de Gurlitt, y luego de su muerte, a manos de su hijo, Cornelius.

Debate sobre robo de obras de arte por parte de los nazis

A casi 70 años del fin de la II Guerra Mundial, el “caso Gurlitt” desató a fines de 2013 un encendido debate acerca de la restitución de obras de arte robadas por los nazis en todo el mundo, no solo en Alemania. En los últimos tres años, cerca de 1.500 obras de arte, junto con los documentos privados del padre de Cornelius Gurlitt, habían sido confiscados y archivados por la fiscalía de Augsburgo en fideicomiso.

El 7 de abril de 2014 se levantó la incautación, dado que Cornelius Gurlitt aseguró a través de sus abogados al Gobierno alemán y al Estado Libre de Baviera que devolvería todas las obras de arte bajo sospecha de haber sido apropiadas por los nazis a sus herederos legales.

Según dijo, Gurlitt “tenía un gran interés” en hallar una solución basada en la Declaración de Washington, un acuerdo con el que, desde 1998, se solicita a los museos públicos a devolver a los herederos las obras robadas por el régimen nazi, una recomendación que no aplica a coleccionistas privados.

El lado oscuro de Gurlitt

Hasta sus últimos momentos, Cornelius Gurlitt aseguró no haber tenido conocimiento de la sombra que opacaba su tesoro artístico, valuado en millones de euros. También el mismo Gurlitt era un personaje enigmático: no estaba registrado con domicilio en Alemania, no poseía ni cuenta bancaria ni un automóvil a su nombre y no figuraba en los datos de la Agencia Tributaria. Ahora, luego de su muerte, todos se preguntan qué pasará con las obras de arte, de las cuales 310 cuadros no están bajo sospecha de haber sido robados, ya que su padre los compró legalmente antes de 1933.

Las investigaciones en torno a la proveniencia de las obras de arte continuarán también después de la muerte de Cornelius Gurlitt, ya que existe un acuerdo firmado por él que obliga a sus herederos a seguir colaborando con las pesquisas.

“De ese modo se podrán reparar los delitos cometidos por los nazis y las víctimas podrán hacer valer sus derechos, incluso luego del fallecimiento de Gurlitt”, dijo el ministro de Justicia del Estado de Baviera, Winfried Bausback.

Informes sobre el testamento

Según informa el periódico Süddeutsche Zeitung basándose en datos del testamento de Cornelius Gurlitt, éste habría donado su colección de arte meses antes de morir a una institución en el extranjero.

“Puedo confirmar que el señor Gurlitt tuvo una cita con un escribano poco antes de su cirugía cardíaca”, señaló su portavoz, Stephan Holzinger a la agencia dpa. Ahora es tarea del tribunal sucesorio investigar si se trata de un testamento válido o de un contrato hereditario, o de ambos.

(Fuente: Deutsche Welle )