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José Miguel Silva @jomisilvamerino

Espacio – tiempo y movilidad: Narrativas del viaje y de la lejanía presenta ocho capítulos en los cuales el sociólogo Javier Protzel ensaya un análisis en torno al fenómeno del turismo en nuestro país desde un punto de vista sociológico.

Aquí se encontrarán brillantes relatos de viaje escritos por personajes como José de la Riva Agüero, José María Arguedas, Fernando Belaunde, Mariano Iberico y algunos otros más actuales como Rafo León. Cada uno de ellos comparte, a su manera, una visión sobre el Perú de su época.

Conversamos brevemente con el autor de esta publicación editada por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima y que ya está a la venta en las principales librerías de Lima.

Usted se formó como sociólogo. Cuénteme un poco sobre sus libros.
Sí, me he formado como sociólogo, pero poco a poco he ido derivando hacia otras cosas, yendo de la ciencia social dura, un poco más rígida, hacia mis propias preferencias o mi propia subjetividad. Pienso que quien escribe hace eso, una especie de trayecto. Este es el cuarto libro que publico en ocho años. Esta progresión que yo te he descrito se va notando. El primer libro (Procesos interculturales) tiene un contenido más o menos antropológico, crítico sobre el Perú, histórico también. En el segundo, pasé hacia algo que me apasiona, que es el cine (Imaginarios sociales e imaginarios cinematográficos) es un libro sobre cine pero quizás más sociológico. Apareció en 2009. Después, me pidieron que escriba un libro que era una investigación sobre Lima y, a fines de 2010, publiqué Lima imaginada, que es una publicación muy urbana, sobre cultura de este tipo.

Luego vendría Espacio – tiempo y movilidad.
Entre los libros que dejó mi padre había uno muy antiguo de Pedro Paz Soldán y Unanue (alias Juan de Arona), que se llamaba Memorias de un viajero peruano, y que es, efectivamente, la historia de este señor y un largo viaje que realizó por Europa y hasta el Medio Oriente. Comencé a interesarme en el tema de la literatura de viaje y no solo desde el punto de vista literario o de la fantasía. Considero que nunca hubo tanta movilidad en el mundo (como hoy) y nunca hubo tanta movilidad en el Perú. Nunca se desplazaron las poblaciones y los individuos de esta manera. Me pareció que este era un fenómeno descuidado por la sociología. Comencé sin una idea muy clara de lo que quería hacer, pero poco a poco fui aterrizando y dándome cuenta que era un material muy vasto y que me exigía un esfuerzo enorme.

Es un libro sobre el Perú y sobre el mundo.
Desarrollé estos ocho capítulos en los cuales hablo del Perú, pero también del mundo y de los viajeros que hubo en nuestro país. Viajeros contemporáneos y del siglo XX también. Además, le eché una mirada al fenómeno del turismo, pero sin ninguna intención de explicar el negocio, sino más bien tratando de hacer una pequeña sociología del turismo en este país.

Eligió usted a viajeros emblemáticos como Fernando Belaunde, pero también a otros no tan conocidos como Mariano Iberico.
Una vez, cuando yo estaba en Europa, mi amigo Federico de Cárdenas me contó que le habían regalado un libro con escritos de Mariano Iberico. Yo, a Mariano lo ubicaba muy vagamente porque este era un señor muy elegante que fue rector de San Marcos cuando yo era un niño. Era amigo de mi padre. Supe que había sido un gran filósofo. Ocurrió que yo me leí el libro y me fui a la Biblioteca de la Universidad de Lima a leer más cosas sobre él y decidí meterlo en mi investigación. ¿Por qué? Porque él es, entre los peruanos, el único que ha hecho una reflexión profunda sobre el sentido del viaje. Me pareció genial para completar este quinteto de personas que incluye el libro.

En el comienzo del capítulo sobre los grandes viajeros aparecen Riva- Agüero y José María Arguedas. ¿Al incluirlos juntos buscó mostrar un contraste entre sus opiniones?
Cuando uno sale del Cusco, hay un punto, camino hacia Urubamba. En ese punto se detuvo Riva Agüero en 1912, en su viaje hacia Huancayo e hizo una observación extraordinariamente bien escrita. Creo que él fue un gran escritor, un gran prosista, pero políticamente estaba muy a la derecha. Hizo una serie de observaciones muy bien escritas pero que eran más bien hispanistas. En el mismo punto, algunos años después, Arguedas también escribió algo al respecto. Entonces, hay un contraste, son dos visiones distintas del Perú y que dejan en manos del lector el ver cómo se juntan. Mi intención fue presentar a uno al lado del otro. Entonces, tú ves que hay un encadenamiento de la cultura peruana a través de la observación al paisaje, al espacio y una progresión en el desapego constante del sujeto o de la sociedad con respecto al espacio a medida que el avance material se va dando. Mira, si tú viajas de Lima a Cusco hoy, tomarás 55 minutos. Puedes pasarte el viaje íntegro leyendo un periódico o tomándote un café. No te das cuenta del viaje, en cambio, si lo hacías en el siglo XVIII, te tomaba un mes. Y terminabas con los riñones hechos puré por la manera en cómo la mula pisaba las piedras. Enfrentarse a todos los elementos de la naturaleza. Eso lo hemos perdido, pero es más bien una pérdida general de la humanidad.

¿Cuáles son los elementos que debería tener un gran relato de viaje?
Creo que un relato de viaje debe contener, en algún momento, algún tipo de reflexión sobre el alejamiento, sobre lo que significa para el viajero ese desplazamiento, que no es solo geográfico (en burro, en avión o en camión), sino que es en cierto modo algo que toca su vida interior, a menos que uno sea una azafata o un piloto de avión, para el que viajar es una rutina. Por otro lado, las impresiones que se permiten en el viaje deben ser de asombro. Mira, la gente que viaja por rutina simplemente deja de mirar, porque se acostumbra a todo lo que ve. La geografía pierde encanto. Si tú te mueves dentro de Lima, en esta ciudad tan fea, tú no miras al costado porque ya conoces todo de memoria. Evitas ver esto porque es desordenado, etc. Creo que estamos perdiendo, progresivamente, la capacidad de asombrarnos, de tener una mirada, esa misma que puede ver en los textos de Riva Agüero, de Fernando Belaunde y de, por supuesto, Arguedas.

Hasta hace poco uno sacaba fotografías y tenía que tomarse el trabajo de ir a revelarlas para luego guardarlas en un álbum.
Claro. Además, el proceso de revelado es muy artesanal. Hoy, tú puede sacar fotos en serie y no te acuerdas de cuántas tomaste, con distintos ángulos, en repetidas veces, pero cuando sacas una foto con película sí es una por una porque tienes las ‘balas’ contadas.

De alguna manera los viajes son motivados por una gran industria turística que necesita generar dinero.
Lo que hice en mi libro es mencionar toda la génesis de la industria del turismo en el mundo, cómo la industria nació en Inglaterra y cómo los principales elementos de la industria turística tienen sus antepasados británicos. Esas son cosas que nos han quedado. La forma en que se hacen los hoteles, la manera en que se realizan las reservaciones, hasta el uso actual de tarjetas de crédito. Todo eso estaba como pensado en 1830 sobre todo en Reino Unido, pero también en Francia, Alemania o Estados Unidos.

¿Usted se considera crítico de esta gran industria turística?
No. Soy crítico del turismo de masas, tipo carnero, en el que van los turistas como carneros y les hacen ver a 80 una cosa durante 10 segundos y luego pasan a ver otra. Está bien, la gente quiere ver, conocer, pero no es el tipo de turismo que yo haría. Para mí se trata de una aventura, de desgajarme de mi propio medio. Creo que el turismo demasiado masificado para sacar plata va a ir destruyendo a la gallina de los huevos de oro. Quizás en cinco o seis años habrá que prohibir o racionalizar las visitas a Machu Picchu porque esas piedras puestas por los Incas estaban destinadas a resistir el peso de una cantidad determinada y muy limitada de pies. Hoy, tienes a miles de turistas que van a visitar eso y lo van a destrozar. Pero, la plata manda, entonces habrá corrupción, coimas, alcaldes comprados, etc. Además, está el tema del Aeropuerto de Chincheros.

Esa es una prioridad para el gobierno.
¿Por qué lo es? Si ya el Perú recibe miles de millones de dólares de turismo. ¿Para qué quieren más? El Cusco va a terminar hacinado y destruido. Vamos a perder nuestra memoria histórica. Es cierto, el camino hacia el desarrollo del Perú incluye al turismo, pero están destruyendo un espacio (de la zona de Chincheros) que ya se perdió. Ese paisaje era patrimonio cultural de la Nación. Entonces, que destruyan el Palacio de Gobierno y que pongan un gigantesco Kentucky Fried Chicken. Hoy parece absurdo, pero quizás en seis o siete años ocurra y digan “eso dará empleo”.