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Situada en el asedio y caída de Constantinopla en 1453, ‘El ángel sombrío’ es una de las más populares novelas históricas que se ha escrito.

SINOPSIS

Originalmente llamada Johanes Angelos, fue traducida al español como El ángel sombrío, en alusión al ángel de la muerte con el que el protagonista tiene una cita en la puerta de San Romano.

El protagonista, Juan Angelos, es un hombre de 40 años, culto y sensible que luego de tener un encuentro con un ángel durante la batalla de Varna , en 1444, llega a Constantinopla los días previos al asedio para cumplir la cita con su destino.

Al llegar a la ciudad, Juan, de 40 años, conoce a Ana Notaras, la hija de un noble griego, con quien comienza un romance destinado a morir junto a la ciudad.

Durante el asedio descubre el secreto de su nacimiento y por qué el sultán Mehmed II le devolvió la libertad tras haber sido su escribiente y esclavo personal durante años.

El ángel sombrío es una narración histórica y, al mismo tiempo, una historia de amor truncado que en la pluma de Waltari alcanza notables picos expresivos.

SOBRE EL AUTOR

Mika Waltari es un autor finlandés nacido en Helsinki el 19 de septiembre de 1908 y fallecido en esa misma ciudad el 26 de agosto de 1979. Es uno de los novelista más famosos del país nórdico y amén de sus obras históricas situadas en el mundo mediterráneo, fue un prolífico autor de historias policiales, obras de teatro, guiones de radio, de cine, y al menos 6 colecciones de poesía.

De entre las 29 novelas que escribió la más conocida es probablemente Sinuhé el egipcio (1945), que situada en el antiguo Egipto cuenta la vida de un médico destinado a vivir una existencia solitaria en el mundo del faraón Akhenatón.

PRIMEROS PÁRRAFOS

DIARIO DE JUAN ANGELOS DURANTE EL SITIO DE CONSTANTINOPLA

12 de diciembre de 1452

Hoy os vi y os hablé por primera vez.

Fue algo semejante a una conmoción sísmica. Todo en mí pareció trastocarse. Las losas de mi corazón se abrieron y mi propia naturaleza me pareció ajena.

Tenía cuarenta años y creía haber llegado al otoño de mi existencia. Había llegado lejos, conocido mucho y vivido varias vidas. El Señor me había hablado manifestándose de diversas maneras; los ángeles se me habían revelado y yo no había creído en ellos. Mas en cuanto os tuve ante mis ojos, me vi obligado a creer, a causa del milagro que me había acontecido.

Os vi ante las puertas de bronce de la Iglesia de Santa Sofía. Todos habían salido del templo después de que el cardenal Isidoro proclamase, en latín y en griego, y en medio de un helado silencio, la unión de las Iglesias. Oficiando luego la misa de sin par magnificencia, recitó el credo, y al llegar a la cláusula sacramental “su único Hijo”, muchos se cubrieron el rostro, mientras que desde las galerías destinadas a las mujeres llegaba el rumor de sollozos apenas contenidos. Yo me hallaba entre el gentío; en un ala lateral y junto a una columna gris. Cuando la toqué, noté que rezumaba humedad, como si hasta las frías piedras del templo sudaran de angustia…