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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Pese a los miles libros vendidos en todo el mundo, Patricio Sturlese conserva una sencillez que transmite confianza a quien se le acerque. Luego de escribir con gran éxito El inquisidor y La sexta vía, llegó a Lima para presentar El umbral del bosque, una novela ambiciosa y cuidadosamente escrita.

La misma ocurre en el siglo XVII y muestra al navegante veneciano Pier Ugo Mameli transitando por lugares fascinantes y circunstancias aterradoras que arrastran al lector hacia una lectura agradable y emotiva.

Escribiste este libro todas las noches durante los últimos tres años. Una característica de la noche es el silencio, ¿qué te da el silencio para trabajar una historia?
El silencio te da la paz, la tranquilidad, los tiempos que uno quiere si no desea hablar. El escucharse, el escuchar lo que piensa. No existen interrupciones, tampoco llamadas por teléfono. La noche es un clima propicio para poder escribir, investigar y hacer las notas que después componen el libro. Además, en ese momento sabes que todo el mundo está durmiendo. Te encuentras ahí, solo, pensando. Es algo especial.

¿Hubiera sido imposible que escribas tus tres libros sin haber antes viajado a los lugares que visitaste en Europa?
Hubiese sido posible, pero quizá hubiera perdido demasiado la atmósfera. Cuando uno viaja, aparte de ver los detalles, lo que uno hace es sentir lo que sucede al estar en estos sitios. Y más aún en un libro de época. Cuando uno hace un libro de ese tipo, uno puede descubrir la época, pero las sensaciones marcan un rasgo muy importante del género de época, que, si vas a un castillo abandonado, puedes darte cuenta si una piedra transmite frío o no. En caso transmita frío, uno puede ver si en esa habitación había una chimenea. Si la hay, pues entonces seguro se necesitaba leña. Todas esas cosas las empiezas a recrear mientras estás dentro del sitio. Solo por la observación, a través de fotos se pierde mucho la atmósfera.

Uno tiene referencia de esos lugares básicamente por Wikipedia.
Sí, uno puede buscar por Wikipedia o meterse en buscadores de imágenes donde están los que viajan o sacan fotos, y así lograr ciertos detalles particulares, pero cuando uno va allí se enfrenta con el rigor de la realidad. Si te das cuenta que hay mucho viento en el lugar, puedes transmitirlo a una escena y a través de eso al lector. Todo esto compone el telón de fondo y los lectores están todo el tiempo transitando a través de él.

Ocurre también que muchos cuando visitan esos lugares toman la experiencia como un tema turístico, dejando de lado la historia que hay detrás.
Sí. La historia es abundante y muy variada. En estos lugares uno puede profundizar por siglo y siempre habrá más historia. Cuando uno se mete en el gótico europeo, hablar de 300 años de historias es nada. Te puedes encontrar con edificaciones que tienen 800 años o más. Lo histórico acompaña de una forma muy presente, muy fuerte, las tramas que si uno las escribe sin haber estado en el lugar, puede correrse el riesgo de ser simplemente tramas sin profundidades.

Todos te preguntan por tu etapa de jardinero, pero muy pocos por tus tres años como estudiante de ingeniería. ¿Qué recuerdos de esa faceta?
Es verdad, todos me preguntan por mi etapa de jardinero. Estudié tres años de ingeniería electrónica. Fue una carrera que empecé con mucha vocación, con mucha alegría y paulatinamente me fui dando cuenta de que no era lo mío. Llegué a la mitad y la decisión de abandonarla fue abrupta. Así pasé a algo completamente diferente: estudiar teología. Fue una buena decisión, la ingeniería no era lo mío. Pero esto es algo que ocurre. Hay mucha gente que empieza una carrera y luego lentamente se da cuenta que no era lo suyo.

Algunos igual intentan evitar la carrera para no quedar mal ante el resto.
Es cierto, pero no, yo tenía la sensación de que no necesitaba empujar nada en mi vida y que estaba bien con conseguir lo que a mí me hacía feliz.

Otro detalle que te acompaña siempre es ese collarcito que llevas puesto. ¿Qué hay detrás de él?
Es una medalla de san Benito que me la regaló un monje mientras estuve en el monasterio San Benito, al sur de Italia. Se trata de uno de los monasterios más antiguos de las órdenes cristianas. Es de los benedictinos, del Siglo IV. Fui a visitarlo para preparar mi libro El inquisidor. Ahí hay dos cementerios muy grandes: el de los alemanes y el de los polacos. Ahí se libró una batalla muy grande en la Segunda Guerra Mundial. Todo eso ya está completamente abandonado. Me quedé dando vueltas por ahí durante una tarde y me inundó un sentimiento de que la vida pasa tan rápido. Estando ahí, se acercó un monje y me regaló esta medalla. Esta medalla tiene una implicancia grande también dentro de la teología porque se usa para el ritual del exorcismo. Es una historia aparte, pero desde ese entonces no me la saco nunca más.

¿Es como un amuleto?
No. Simplemente (la uso) porque soy católico y creo que está bien llevar una medalla que la traje de un monasterio tan lejano, en una ocasión tan especial y además que fue un regalo de un monje.

¿Qué tipo de católico eres?
Soy un católico que sigue las doctrinas de la Iglesia, los sacramentos, pero no soy un fanático que va por encima de lo que la Iglesia exige. Quizás hay creyentes que están un poco sobreactuando y tal vez eso da la sensación de que la fe es eso. Los católicos tenemos sacramentos que nos reúnen e igualan a todos. Trato de cumplirlos, con mis errores y todo, creo, practico y aparte soy escritor de obras como El inquisidor.

Teniendo en cuenta tus creencias, ¿guardas algún rencor por lo ocurrido con tus libros en Ecuador?
No, no guardo ningún tipo de rencor. Me parece que la desconfianza es una experiencia muy humana. En Ecuador y en El Salvador levantaron la venta de mis libros, pero luego se solucionó cuando la gente leyó el libro y volvió a permitir que se venda. Son cosas que en su momento me generaron tristeza, pero no guardo rencor.

¿Es El umbral del bosque es una novela básicamente de aventuras?
Es una novela gótica que tiene varias lecturas. Se puede leer como una historia de aventuras, donde el hombre se enfrenta a sus mayores miedos, donde el hombre está siempre al frente de la muerte a pesar de su juventud. Y también se puede ver como una novela en donde la muerte se encarna en forma de mujer y seduce, atrae, tienta, corrompe y enamora. Es un crisol de pequeñas historias y las lecturas se las da el intérprete, en este caso el lector. Creo que es una novela que la puede leer todo el mundo y todo el mundo va a entrar en un terreno donde las respuestas no están dadas. Uno empieza en Italia, pasa por el castillo de Hungría, de ahí se va a otro lado. La historia pega un giro, termina en el Nórdico. Así es como el lector va cambiando constantemente de lugares y de a poco la novela se va haciendo cada vez más oscura, más fría y deja el retrato de una persona acorralada por el destino.

El capitán Mameli. Se trata de un personaje que, a pesar de la época en la que está enmarcada su historia, cuenta con características muy contemporáneas o comunes.
Es que ese quizás es un error general: pensar que la gente del pasado era diferente. Siempre la gente fue común, siempre fue moderna a su época. Entonces, cuando me preguntan también sobre cómo así las mujeres pudieron comportarse como una mujer contemporánea. Mira, uno cree que en la edad media la gente no pensaba. ¿Y entonces cómo se construyeron unas catedrales góticas con tanta precisión? Quizás sea una estupidez pensar que el hombre de hoy está dotado de algún tipo de inteligencia extra que cayó de Marte en el Siglo XX. El hombre siempre fue contemporáneo, inteligente, elocuente, en todo momento. Por eso es que cuando uno lee una novela de época, tiene el preconcepto de leer algo donde las situaciones sean lentas, los diálogos sean muy cargados, las expresiones muy ornamentadas y la practicidad de las cosas siempre fue igual. El capitán Mameli es muy contemporáneo porque simplemente era contemporáneo el hombre de su época.

¿Hay alguna cualidad del protagonista que se repita en ti? ¿Quizás la curiosidad?
Sí, soy muy curioso. Me pasan cosas que le podrían pasar tranquilamente al capitán Mameli. Me pasaba en los castillos, que me daba la curiosidad por una puertita, me metía, me perdía y terminaba encerrado dos horas en un castillo abandonado. El protagonista es un latino metido en un mundo nórdico.

Al inicio de la historia, el capitán Mameli se enamora de Abby. Termina casi enloquecido por ella, pero no se atreve a ir más allá. La tiene muy cerca, pero no irrumpe, no abusa de ella, se contiene. ¿Por qué?
Es un amor muy cuidadoso, muy platónico, que él sabe que es valioso conseguir. Por lo mismo, no quiere forzar para que se rompa en el camino.

El umbral del bosque tiene un inicio muy violento. ¿Se repite esto en tus novelas previas?
Sí, generalmente empiezo con una escena movida y fuerte. Quizás para despertar al lector, para decirle que acá empieza la novela, que es gótica, que hay de todo un poco. Esta novela empieza un poco virulenta, en el castillo de la condesa Báthory, que dicho sea de paso es un emblema del gótico. Ella fue una asesina de mujeres serial de las más grandes de la historia de la humanidad.

Cuando te sentaste a escribir El umbral del bosque, pensaste en algún momento en los miles que ya habían leído tus novelas previas. ¿Hay esa idea de no defraudar?
A veces estoy tentado en pensar en ello, pero no lo hago porque sé que la forma en la que yo armo los libros es una forma que en un primer momento la llevé adelante sin tener ningún lector. Entonces, deformarme en pos de un lector imaginario o decir “la gente quisiera esto”, me parece que sería una forma artificial de trabajo.

Acá se suele decir que cuando un peruano triunfa afuera es porque “uno no es profeta en su tierra”. ¿Qué sensación te genera tu país, Argentina?
Hice mi carrera de escritor en el exterior, de hecho, la mayoría de mis libros se venden escandalosamente mucho más afuera que en Argentina, pero bueno, hace un poquito mis libros empezaron a circular en Argentina. Es algo que me pone muy contento, empezó a haber prensa. Yo a todo evento le doy su tiempo y Argentina, tarde o temprano, va a ser otra plaza de lectores, como lo es España o México. Sí, empezó un poco rezagada, quizás por el peso de mi pasaporte en Argentina, pero no hay problema, son cosas que las acepto y que creo que con el tiempo se olvidan.