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José Miguel Silva @jomisilvamerino

Un minucioso y esforzado trabajo ha realizado el destacado historiador Pedro Guibovich Pérez en su libro Lecturas prohibidas. La censura inquisitorial en el Perú tardío colonial (PUCP, 2013).

La publicación, presentada a finales del año pasado, presenta las formas mediante las cuales los textos prohibidos podían ser leídos en el último tramo de nuestra época colonial.

Conversamos brevemente con el autor sobre su publicación, ya disponible en las principales librerías de la capital.

¿Podría decirse que su libro es el final de una especie de trilogía?
No necesariamente. Lo que sucede es que a mí siempre me interesó el tema del Inquisición. Y en particular, como a mí me interesa el tema de la lectura y la difusión del libro en 1985 gané una beca de un año. Era de investigación y por doce meses. Trabajé en los Fondos de Inquisición en Madrid buscando información solamente sobre la censura del libro. Era un tema que nadie había tratado. Algunos historiadores se habían interesado en la parte económica, en la historia institucional, pero no en el tema de la censura. Fui allí, recolecté muchísima información y publiqué algunos artículos menores, hasta que me fui a hacer mi doctorado en 1995 a Estados Unidos. Mi proyecto de tesis era sobre la censura de libros. Una vez en la universidad, me picó la tentación de no trabajar sobre Perú sino sobre México. Me encanta la historia de dicho país. Entonces, mi asesor me dijo que no, que si tenía la información sobre Perú, debía de hacer la tesis sobre mi país y eso hice.

Su primer libro fue publicado en 2003.
Sí, en España. Ese libro trató del periodo de 1570, año de establecimiento del tribunal, a 1754, que es un año en el cual, la Inquisición empieza a reorientar su actividad hacia la literatura francesa. Me había quedado información sobre la segunda mitad del (siglo) XVIII y principios del IXX, pero era muy escasa. Gané una beca en Princeton en el año 2003. Presenté como proyecto ese de ahí, pensando fundamentalmente en la posibilidad de leer bibliografía secundaria y pensando, además, en la posibilidad de volver a ver los materiales. Ocurre que muchos de estos están microfilmados y varias bibliotecas norteamericanas los tienen así, entonces, durante el año que estuve en Princeton redacté la primera versión del libro.

¿Qué es un microfilm?
Ya no se usa eso. Es una película en blanco y negro, como si fuera un rollo de película. Tal cual. Allí se podía consultar y además se puede imprimir. Es como si uno ingresara microfichas. La máquina imprime de negativo a positivo. Yo fui al Center for the Study of Books and Media de Princeton. Fui el primer becario de ese centro. Fui consciente de que si no lo redactaba ahí, no lo haría en Lima. Mi única tarea fue investigar, nada más. Mi idea era reconstruir este periodo, entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del IXX, hasta la abolición definitiva del tribunal. Los autores que han trabajado este tema para España y México plantean que esta imagen del tribunal de la Inquisición como una institución en decadencia debía de revisarse.

Usted incide mucho en esto en su libro.
Claro. Nosotros quisiéramos tener mucha más documentación pero desagraciadamente no la hay. En México se acaba de publicar un libro del historiador Gabriel Torres Puga sobre esto. Lo que yo planteo es revisar ese tópico de la decadencia del tribunal a partir de una actividad específica: la censura de libros. Porque lo que ocurre con la Inquisición en la segunda mitad del siglo XVIII es que se reinventa, tanto en España como en América. Ya herejes no hay que perseguir. Entonces, el principal medio de difusión de la heterodoxia es fundamentalmente el texto impreso, porque es una época en la cual las industrias editoriales europeas y la propia industria editorial española tiene un enorme auge. No sé si porque hay índices mayores de alfabetización, pero sí porque hay una promoción mayor del libro y del comercio del mismo. Es una época en la cual la cultura impresa tiene mucha importancia. Y esta cultura no solo estaba al alcance de los alfabetizados, sino también cerca de aquellos que eran capaces de escuchar. Porque había el lector pasivo y el activo.

Y esto generó tanto temor que logró motivar una fuerte asociación entre la Iglesia y la Corona.
Siempre estuvieron asociadas, lo que ocurre es que hay tres coyunturas importantes: El boom del desarrollo de la literatura y la ilustración, el estallido de la Revolución Francesa y la invasión napoléonica. Estas tres coyunturas, de alguna manera, van a generar una enorme producción bibliográfica de literatura política, anticatólica, y antimonárquía – católica. Esto generó preocupación. La gran coyuntura, la que tendrá una enorme influencia será la invasión napoléonica, porque puso en jaque a la Monarquía española. Los libros de los autores franceses eran muy leídos, se traducían mucho, porque – paradójicamente – la propia corona promovía la literatura francesa.

¿Por qué?
Porque era la literatura de vanguardia, no solo la literatura científica sino la técnica, la religiosa, a todo nivel. Francia estaba de moda. Se tradujo mucho. Pero claro, como digo en el libro, se promovía la literatura francesa pero no te podían decir “este autor sí y este autor no”. Era inevitable que se leyera de todo.

En su libro se delimita bien los temas relacionados a la censura de libros. ¿Es posible determinar quiénes leían, qué leían y cómo leían?
No es posible reconocer todo eso. Yo digo que la historia de la lectura permite entender estos aspectos pero no es posible documentarlo con tantos detalles. Qué leían, sí se puede documentar, porque declaraban ante la Inquisición; quiénes leían, también, Baquíjano, Vidaurre, entre otros. Ahora, cómo leían los libros prohibidos, es algo más difícil, porque la gente no deja evidencia de cómo lo hacía. Aunque sí hay algunos ejemplos del impacto que podía tener la recepción de la lectura en la gente. Es el caso de Santiago de Urquizu, que llega a la conclusión de que la religión católica no existe.

Las personas que podían llegar a obtener estos libros, por curiosidad o por interés, estaban ligadas a estos sectores relacionados a la Inquisición por lo que no era posible hacer una búsqueda y captura tan efectiva. A veces, había un castigo leve y se dejaba pasar.
Es el caso de Manuel Pardo. Pero esto también pasaba en España. Es que, leer un libro era una falta, pero a nadie lo quemaban por ello. La Inquisición no era ni la KGB ni la Policía China en la época de Mao. En el caso de Pardo, se le trató con cuidado porque era un amigo, un aliado del tribunal. Hay una situación de compromiso. En el caso de Baquíjano es diferente. A él sí le tenían tirria. Leer libros prohibidos era una falta pero no grave que te pueda llevar a una condena. La Inquisición actuó como un medio de disuasión que no buscaba reprimir.

Su libro abarca hasta un año antes de la Independencia.
Claro, porque en 1820 suprimen la Inquisición las cortes de Cádiz y en nuestro país, el bando de las cortes, llega la víspera del desembarco de San Martín en Paracas. Entonces, el virrey Pezuela ordena la segunda abolición y ahí queda. En España sí subsistió hasta inicios de la década de 1830. Luego ya sería suprimida definitivamente.

Gran parte de los archivos se han extraviado.
El otro día me di con una sorpresa muy grata. Fui al archivo de la Biblioteca Nacional del Perú, que es como un Triángulo de las Bermudas porque uno no sabe lo que pasa, y había un conjunto de documentos de la Inquisición de principios del Siglo IXX que yo no conocía y felizmente los pude consultar. Tengo la esperanza de que en el ordenamiento que están haciendo ahora, de repente aparezcan más. Siempre queda la posibilidad de encontrar documentación y eso es lo que hace fascinante la investigación.

¿En qué momento la Inquisición llegó a tener más poder?
Habría que hablar de siglos. La época de mayor actividad para la censura del libro fue la primera mitad del siglo XVII, luego decae y es al final del siglo XVIII y principios del siguiente que vuelve nuevamente. Entonces, la Inquisición, al final de su existencia, nuevamente toma bríos. ¿Por qué? Por el contexto de la Revolución Francesa, la circulación de las ideas y obras dela Inquisición le dará nuevos bríos. Qué cosa perseguir, lo cual es fundamentalmente el libro.

¿En el resto de puertos de países de la región el panorama del tráfico de libros era similar?
En todas partes. La gente llegaba con los libros. No sé si los ocultaban, en algunos casos sí y en otros no. La Inquisición no examinaban los equipajes sino los envíos de mercadería. Abrirte la maleta para ver qué tienes, no. A nadie le abrían el equipaje. Entonces, la Inquisición funcionaba en la medida en que había buena voluntad de la población.

¿De qué manera la Inquisición buscaba la colaboración de la población?
Periódicamente se recordaba en cuanta actividad pública se podía la obligación que tenían los cristianos de delatar. Es como si hoy en día los curas dijeran desde sus púlpitos “hay que pagar el impuesto predial”. En dicha época, la Inquisición se servía del clero o de otros eventos para recordarle a la gente la obligación que tenía de denunciar. Entonces, si uno quería iba al tribunal y denuncia, pero si uno no quería entonces no lo hacía. La única sanción que le podía caer a quien no denunciaba era una de carácter espiritual: la excomunión.

¿Cuáles eran los libros más buscados por la Inquisición?
Es difícil responder eso. Había un interés, fundamentalmente, por la literatura anti católica. Lo que ocurrió fue que el volumen de libros era muy grande. Quizás los más confiscados eran los autores franceses. Porque eso estaba de moda. Entonces, los textos más confiscados, o si hubo alguna fijación por un autor en especial, es imposible de determinar.

¿Literatura erótica también?
Sí, pero eso circulaba muy poco por aquí. Es que la gente, como ahora, tenía los libros en su casa y no los andaba paseando por la calle. Todo dependía de que alguien tenga escrúpulos y que esto lo haga delatar.

¿Los que iban a misa y escuchaban los sermones eran las personas de nivel superior?
No, iba todo el mundo a escuchar los sermones. Como hoy en día.

¿Luego de la Independencia continúa la censura de libros?
El Estado peruano, la legislación de San Martín y todos los gobierno siguientes dictan reglamentos de censura. Incluso aún más severos que los de la propia Inquisición. El Estado y la autoridad creían en la censura, no en la libre de expresión. Como ocurre hoy. Entonces, la censura siempre ha existido y siempre existirá. El reglamento más severo de la censura en la historia peruana fue el dictado por el general Velasco, que intervino todo, prensa, radio, televisión y todo. También hubo censura en la época de Fujimori. Lo que yo siempre digo es que está por escribirse la historia de la censura en el Perú. La historia de la censura colonial a la Inquisición le cupo un capítulo, pero también se censuraba desde la Iglesia, desde la Universidad. El virrey también lo hacía, en diferentes niveles. Nadie podía publicar un libro sin la autorización del virrey o de la Audiencia.

Usted también habla de la industria de los libros. ¿En qué momento esto se masifica o desborda?
Siempre el comercio de libros ha sido un negocio. Lo que podemos hablar es de un gran desarrollo de la industria editorial. Sobre Europa sí se puede hablar, pero de Perú no porque no hay un gran estudio al respecto.

SOBRE EL FALLO DE LA HAYA
¿Cree usted que el fallo de La Haya puede poner un punto final a los desencuentros entre Perú y Chile?
Yo creo que sí. La delimitación es un hito importante, es cerrar un capítulo. Era necesario delimitar la frontera y acabara con este contencioso. Ahora, lo que queda es que se reúnan las comisiones de ambos gobiernos para definir las coordenadas.

Al comienzo de la lectura del fallo, el presidente del tribunal remarca la distancia que existe entre ambas posiciones. ¿Cómo puede existir dos versiones tan diferentes sobre un solo hecho histórico?
Es que parten de argumentos diferentes. La historia está contrapuesta porque no había delimitación. Había un vacío. Lo mismo se puede decir sobre la interpretación en torno a los orígenes de la guerra (del Pacífico). Los chilenos siguen aduciendo que había un complot peruano boliviano y nosotros sostenemos la tesis de que la guerra fue parte de un proceso de expansión de Chile, con fuerte matiz económico. Lo cierto es que Chile duplicó su territorio luego de la guerra. Entonces, a veces la verdad no es ni blanca ni negra sino un poco gris.