(Foto: Cortesía @nicolasmaduro)

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Al analizar el desempeño de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, llama la atención lo poco que se diferencian los balances de su primer mes, de sus primeros cien días y de su primer año como timonel del Gobierno.

Desde que la máxima autoridad electoral lo declaró ganador en los comicios del 14 de abril de 2013, el político de 51 años parece haber invertido más tiempo en subyugar a sus adversarios y consolidar su liderazgo en el estamento chavista que en darle respuesta a los problemas concretos que afligen a la población.

“En lugar de hacer propuestas que pongan a la vista su don de mando, Maduro concentra su energía en pelearse con la oposición, echando mano a un discurso que parece radicalizarse”, comentaba Ana Soliz Saldivar, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo, cuando el delfín de Hugo Chávez tenía apenas cuatro semanas en el poder. Claudia Zilla, de la Fundación Ciencia y Política (SWP) de Berlín, criticaba a Maduro por esos mismos días, alegando que no percibía “sistema detrás de su actuación”.

Reacomodo de fuerzas

Para Víctor M. Mijares, académico visitante en el GIGA, las limitaciones de la gestión de Maduro eran previsibles debido al reacomodo de fuerzas en el seno del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tras la muerte de Hugo Chávez, el líder carismático que monopolizó el discurso gubernamental y los poderes estatales entre 1999 y 2013.

“El Gobierno pasó de ser un régimen personalista a ser una administración en donde las decisiones *se toman de una manera más consensuada*”, explica el politólogo venezolano en entrevista con DW.

“El hecho de que la prioridad de Maduro sea apuntalar su liderazgo en el PSUV, redistribuyendo cuotas de poder entre los otros jerarcas del partido, ha mermado notablemente su capacidad de gestión pública, impidiendo que tome decisiones racionales y oportunas. Eso se manifiesta no solamente en políticas económicas zigzagueantes, sino también en la ausencia de una política exterior consistente. Durante este año, la voz de Venezuela se ha escuchado muy poco en los foros internacionales”, sigue Mijares.

Diálogo conveniente

Sin embargo, acota el analista del GIGA, algunas cosas han cambiado: Maduro cumple su primer año como presidente con la necesidad de legitimar a por lo menos una parte de la oposición, entablando un diálogo con ella. “Mediante ese diálogo, Maduro aspira a dividir a sus adversarios, distinguiendo a la ‘oposición leal’ –-que comulga con los objetivos teóricamente democráticos de la ‘revolución bolivariana’-– de la ‘oposición golpista’, que, a sus ojos, justifica el uso de cierto grado de represión por parte de las autoridades”, sostiene Mijares.

“Como maniobra política, el diálogo también le permite a Maduro fragmentar el voto opositor de cara a futuras elecciones y presentar al actual sistema político venezolano como uno de talante democrático para mejorar la percepción exterior de su Gobierno, que viene deteriorándose desde febrero debido a la brutal represión de las manifestaciones de protesta. Además, este diálogo también sirve como válvula de escape para que la sociedad civil se desahogue y para que se disipe la tensión que atiza las protestas en cuestión”, agrega el politólogo.

Decisiones postergadas

“No obstante, insisto, Maduro aspira a pacificar al país para poder concentrarse en lo que realmente le interesa: restablecer los equilibrios de poder dentro del chavismo, recuperar el balance que existía en su estructura cuando Hugo Chávez llevaba las riendas del partido oficialista”, señala Mijares. Pero, ¿hasta qué punto puede Maduro darse el lujo de postergar indefinidamente la aplicación de medidas para solucionar problemas como el desabastecimiento, los desequilibrios económicos, el deterioro infraestructural y la violencia criminal?

“Está claro que eso no favorece a Maduro. Y, aún así, es eso lo que va a hacer: posponer la gestión pública para un momento en que su autoridad dentro del PSUV esté asegurada. La inflación, la criminalidad, la limitación del acceso a las divisas no sólo han golpeado a la clase media, sino también a sectores que históricamente han apoyado al chavismo de manera consecuente. Pero Maduro no quiere hacer nada al respecto porque las condiciones políticas no están dadas para que tome las decisiones impopulares necesarias”, argumenta el académico del GIGA.

Medidas impopulares

“Como muestra, un botón: la disciplina fiscal es una de las decisiones más difíciles que tendría que tomar Maduro; pero ella está, por definición, en el polo opuesto de las ideas que defiende el chavismo desde el principio. Petróleos de Venezuela (PDVSA), que ha sido la única fuente de financiamiento de la ‘revolución bolivariana’, está en una situación financiera deplorable que ha llevado al Gobierno venezolano a endeudarse con China. Y el déficit fiscal que estas deudas generan puede llegar a ser inmanejable”, cuenta Mijares.

“La actual situación podría desembocar en un ajuste macroeconómico innecesariamente tardío. Maduro no quiere tomar esa iniciativa hasta que no esté completamente seguro de su base de poder. Es por eso que Maduro posterga la toma de decisiones en materia de gestión pública. Él sabe que las medidas que deberá implementar tendrán un altísimo costo político y sólo se atreverá a aplicarlas cuando tenga el control efectivo y la estabilidad suficiente dentro de las estructuras de poder del chavismo; aun cuando no hay garantías de que Maduro alcance esa etapa durante su mandato”, asegura el especialista.

¿Un desafío demasiado grande?

Cabe preguntarse si Maduro, líder del ala civil del PSUV, tiene probabilidades reales de llegar a gobernar sin que las otras facciones del partido de Gobierno conspiren en su contra. Peter Birle, politólogo del Instituto Iberoamericano (IAI) de Berlín, no lo cree. “Yo no lo veo capaz de crecer en su rol como mandatario y mucho menos de llenar el vacío que dejó Chávez. Maduro copia muy mal a Chávez, ha sido incapaz de transitar su propio camino y muestra poco potencial para encontrar salidas a la crisis en que se halla Venezuela”, dice Birle.

“El pensamiento de Maduro está atascado en un esquema de blanco y negro, sin matices, y sus respuestas siempre apuntan hacia el aumento de la represión. Eso ha contribuido a que la polarización política en Venezuela sea más pronunciada de lo que lo era hace un año”, cierra el experto del IAI.

(Fuente: Deutsche Welle )